Breves apuntes sobre sobre la evolución del turismo intracomunitario en el concejo de Ribadesella.

Son muy significativos los turistas que en la época estival visitan la villa de Argüelles procedentes de múltiples latitudes allende nuestras fronteras patrias. Estos breves apuntes tratan de vislumbrar la evolución sociohistórica de este, permítanme la calificación, rebaño humano: el turista intracomunitario. En un principio, Dios hizo la tierra y los mares, y vio que era bueno. Posteriormente, bien entrados ya en el segundo decenio del siglo XXI, en torno al año 2022 de nuestra ERA, año de luces, sombras y claroscuros, los turistas argamasados encuentran en nuestro humilde pueblo múltiples satisfacciones a sus múltiples deseos, como son: aventura, gastronomía, descubrimiento, divertimento, y en fin, reencuentro con lo más profundo de su ser. Un turista desayuna opíparamente, que nada tiene que ver con comer muchos huevos cuyo término adecuado es ovíparamente. Tras esta actuación, bien comido y después de una buena cagada, toca rellenar el tiempo, matarlo más bien. Es la hora del regreso a la infancia, de sorprenderse, de experimentar nuevas sensaciones, de vivir con mayúsculas (VIVIR), pero no de pensar en cómo conseguirlo: paga y todo te será dado. A posteriori, es decir a la tardenoche, es el momento de degustar la gastronomía local: comer como un gochu y volver a echar la gran cagada. Día tras día, hora tras hora, hasta que se alcanza la cumbre del deseo, la satisfacción deviene en saturación, y resurge el deseo latente de volver a la rutina del trabajo alienante. Un nuevo ciclo de trabajo-ocio sucederá, y otro más, ad aeternum.

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