El tabaco resurgirá de sus cenizas.

El rebaño huye desbocado al refugio de la vida eterna, y a pesar de que ya finita le resulta soporífera y un sinsentido ansía el hastío infinito: es el pánico a la muerte considerada como un regreso a la nada lo que les impulsa a huir hacia ninguna parte. Es un movimiento permanente que puesto que carece de sistema de referencia se transforma en eterno reposo, es la muerte en la vida. Pararse en mitad de la huida implica ser aplastado sin piedad por la rehala, desplomarse al suelo y tragar polvo...y al fin levantarse y sentir la libertad viendo desaparecerlos en el horizonte, tragados por la tierra. Hay dos millones y medio de estudios que avalan que fumar mata, y lo que es peor, que antes ennegrece los dientes. Muy pocos se plantean entonces moderar el consumo, a dos o tres cigarros al día, y surge entonces la pregunta de por qué el falso dilema entre abuso y abstinencia se ha convertido en un dogma santificado por las autoridades de nuestra salud (la máxima autoridad sobre mi cuerpo es...yo mismo aunque parezca increíble). El consumo moderado de tabaco no mata mucho más que el propio vivir, pero el fumar uno tras otro día tras día es la forma en la que muchos se han iniciado, y no pueden imaginar que otras formas existen fuera de su mundo de hábitos y prejuicios establecidos. El tabaco es un gran amigo del hombre y como tal exige honestidad y generosidad, y un pequeño sacrificio.

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